viernes, 24 de diciembre de 2010

Cuenco y cuchara

Hace mucho tiempo, mi padre me contó una historia. Creo que merece la pena que no se pierda. Yo la transmitiré a mis hijos, pero si la cuelgo en el blog, tengo la sensación de que perdurará más, ya que se hará extensiva a aquellos que la leáis y con suerte, se la contaréis a alguien. Ahí va.

Parecía que la pobreza abandonaba la aldea, aunque muy poco a poco. Las cosechas no se perdían, y se podía pensar en criar un cerdo para la matanza.
Como cada mañana, el padre de familia marchaba con los dos mayores al campo. Regresarían tarde, al anochecer. La madre se quedaba con las tareas de la casa y cuidando al abuelo, bastante mayor. El pequeño iba al colegio. Querían darle la oportunidad de que supiera por lo menos escribir y las tres reglas, para poder andar por la vida. A veces pensaban que podría haber sido chica, para ayudar a su madre.
Cada noche se repetía la misma historia: cenaban todos en la misma mesa, pero el abuelo, aparte. Tenía un cuenco y una cuchara de madera. Un día, el pequeño preguntó:
- Padre, ¿por qué el abuelo come siempre aparte?
- ¿No lo ves? De tanto que le tiemblan las manos, se le cae la comida. No atina con la cuchara en la boca.
El chico calló.
Pasados pocos días, Padre y los dos hermanos llegaron pronto a casa. Llovía a mantas y no se podía trabajar en el campo. El pequeño estaba tallando un cuenco y ya tenía la cuchara acabada.
- Niño, ¿qué haces?
- Un cuenco, Padre. La cuchara ya está.
- ¿Y para qué?
- Para usted. Veo que se está haciendo mayor. Cada vez llega a casa más cansado. Necesitará tener su cuenco y cuchara, para cuando le hagan falta.
El padre calló. Desde aquel día, el abuelo comió en la misma mesa de todos.